Juan Antonio Caballero | Presidente De La Confederación De Asociaciones De Vecinos (Cave-Cova)
Los astronautas han visto y fotografiado un precioso Planeta Azul y sus comentarios maravillados siempre se refieren a él de una desde un perspectiva humana y noble, como casa común y única. Parece que no se perciben desde esa altura las fronteras creadas por las clases poderosas que los nacionalismos radicales hoy defienden a muerte. La evolución del Covid 19 es un confirmación a pie de tierra, pero además nos subraya que la globalización de la economía mundial hace que el sistema capitalista internacional, a escala mundial, haya repartido el papel de cada cual por zonas o estados para mejorar su productividad y sus beneficios, de forma que la interdependencia sea hoy un hecho irreversible y de consecuencias concretas y precisas: si una pieza tiene dificultades el resto se resiente y en casos graves como el que nos ocupa todo se para bruscamente por falta de eslabones en la cadena. El capitalismo internacional, que ni tiene corazón ni es bondadoso, se ha desarrollado prácticamente sin control, rebajando a los poderes políticos a la gestión de lo secundario e irrelevante desde el punto de vista económico, los asuntos medioambientales planetarios como el calentamiento global y demás son otra consecuencia inherente a este sistema. El Covid 19 vuelve a recordarnos lo artificiales de las fronteras artificiales, que el mundo global es un hecho y que como raza humana para sobrevivir se necesita un enfoque global y cooperativo. El problema reside en que la ciudadanía cree que no tiene poder suficiente para construir un mundo armónico, cooperativo y solidario, y lo malo es que no parece que se pueda remediar a corto plazo, el uso del nacionalismo radical acaba protegiendo de forma ilusa los intereses de las fuerzas económicas locales que no lo son es el principal problema, así se constata en la lenta construcción europea, la aparición del brexit, las posiciones de EEUU y China…
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